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“No siento miedo al ébola, pero sí respeto. No se me va ni un minuto de la cabeza”

“Estoy bien, gracias a Dios. Bien, dentro de la situación”. A la pregunta cortés de “cómo está?” con la que se abre la charla, la respuesta, desde Guinea Conakry, no puede ser otro simple y cortés “muy bien, gracias”. Desde que el 23 de marzo el país declarase oficialmente que existía un brote de ébola, la alerta es máxima: el último recuento de la OMS habla de 157 afectados, lo que incluye 101 muertos. Se trata de un “reto excepcional”, en palabras de la OMS, no sólo porque la epidemia haya llegado a la capital, Conakry, sino porque “su gran dimensión geográfica hace que esta situación sea completamente diferente”, en palabras de Luis Encinas, hasta hace unos días coordinador de uno de los equipos de emergencias con los que Médicos Sin Fronteras intenta aislar la enfermedad y reducir su mortalidad.

El brote de Guinea pertenece a la cepa de Zaire, la más agresiva y mortal de esta fiebre hemorrágica sin tratamiento que llega a los humanos a través de varios animales, como gorilas o murciélagos, y luego se transmite entre los hombres por el contacto con sangre, secreciones o vómitos de los infectados, y cuya mortalidad puede llegar al 90%. Es muy letal, es muy rápida en su ataque a los infectados y ha atravesado ya fronteras: la OMS habla de 21 casos en Liberia, 2 ‘probables’ en Sierra Leona y 4 en Mali.

Carmelo García.Carmelo García.

De todo esto es consciente Carmelo García Reyes, la persona que contesta al otro lado del teléfono desde las cercanías de Dubreka, a unos 50 km de la capital. Está instalado allí desde hace tres años, aunque su esposa y sus dos hijos continúan en Las Palmas. Trabaja para la empresa Sagra, de capital guineano y trabajadores canarios, que se dedica a realizar explosiones controladas, machacar y desmenuzar piedras de granito que luego se utilizan, por ejemplo, en la construcción de carreteras. Él -el único de los españoles que en estas fechas está en Guinea- lleva el tema de la contabilidad, el personal, los presupuestos, etc., y tiene a su cargo a unos 25 guineanos. Todos viven y trabajan en el mismo sitio, en una zona acotada a unos 20 km de la localidad más próxima. La amenaza, sin embargo, también está allí. Ha habido ya una muerte en Dubreka.

En mayo, García volverá a Las Palmas -“si Dios quiere”, reitera-, unos 15 o 20 días, básicamente “para tranquilizar a la familia”. Mientras, se mantiene extremadamente alerta: “Yo no diría que siento temor. En el momento en que tenga miedo, cojo la maleta y me voy. Pero sí mucho respeto. Mucho. Sé que no puedo bajar la guardia, porque en el momento en que lo haga, vendrán los cachetones [las bofetadas]”. Y continúa: “El tema sanitario es muy escaso aquí. Y en la calle se venden medicamentos que ni lo son. Pero el gran problema es la ignorancia de la enfermedad. Hay gente que no quiere quemar a sus muertos. No lo entienden. A mis trabajadores les he tenido que adiestrar. Les digo que tienen que echar cloro al agua, lejía, asearse… Si están enfermos los llevamos al hospital y también usamos máscaras. Les digo ‘es por tu bien, por el de tu familia’… A veces he tenido que llegar a extremos: ‘Si no lo haces, te tienes que ir de aquí'”, relata.

Carmelo García se ve obligado hoy a mantener las distancias con los trabajadores, a algunos de los cuales conoce desde hace años. No hay abrazos, no hay apretones de manos, no hay contacto. El ébola obliga. Y ellos no lo comprenden. Tampoco que no haya cura: “¿Y ni siquiera para ti que eres blanco?”, le preguntan. Y ni siquiera. Él, cuando los ve enfermos, les da paracetamol, porque ha oído que así las hemorragias son menos instantáneas. Carmelo es uno de los pocos españoles en Guinea Conakry (110 registrados, según Exteriores, que recomienda a los viajeros valorar la posibilidad de posponer la entrada en el país), pero para él, blanco, como para los guineanos, no hay más opción que la prevención. Por eso, mientras ellos le siguen diciendo “serán los americanos que lo han tirado [el ébola] desde un avión”, él sigue insistiéndoles en la higiene. O en que, cuando visiten a familiares en el interior del país, no coman, como a veces hacen, monos o murciélagos. Y sigue “agudizando todos los sentidos. He hecho un reciclaje: empiezo de cero, como si fuera nuevo en África [lleva en el continente la mitad de sus 42 años]. En vez de echar un vaso de cloro al agua, echo 10. Y lo mismo con la lejía. El ébola no se me va ni un minuto de la cabeza”.

Una de las primeras fuentes de información de Carmelo García sobre el desarrollo de la enfermedad es Alicia Navarro, excónsul de Guinea en las Canarias. Nacida en las islas, Navarro es parte hoy de una ONG, Nimba, que envía material al país, ropa y hasta máquinas de escribir para que algunos puedan trabajar de escribanos en plena calle, transcribiendo las cartas y hasta las partidas de nacimiento que otros les encargan. Navarro estaba en territorio guineano, cerca de la frontera con Senegal, el día que se supo del primer caso de ébola, a finales de febrero, y tras hablar con varios médicos decidió no adentrarse en el país. Mantiene, sin embargo, un contacto directo con la población, a través de los inmigrantes guineanos en España y de su gente allí, especialmente en la zona del sureste donde comenzó la epidemia, la ‘foresta’, como allí la llaman. Dice Navarro -que conoce de primera mano varios casos de fallecidos- que la cifra de víctimas puede superar el recuento de la OMS: “Los alcaldes nos están diciendo que mucha gente muere, los entierran y nadie dice nada. Para los musulmanes es traumático no poder seguir el ritual de lavar al muerto con agua y rociar con esa misma agua a sus hijos; es como faltar a la ley de dios. No creen en los microbios, no creen en las bacterias. Entre las tribus y los poblados del interior es difícilísimo inculcar las medidas de prevención. Hay mucho rechazo entre la población”.

Carretera en Guinea. (Foto: Carmelo García)Carretera en Guinea. (Foto: Carmelo García)

Navarro conoce de primera mano casos de muertes por ébola. Cuando habla con inmigrantes guineanos en España les insiste en que intenten convencer a sus familiares de la importancia de la higiene, de que, si están enfermos, vayan a un centro médico. Pero concluye: “Si no creen en el contagio, ¿cómo explicarles que tienen que prevenirlo? Tropiezas con una pared”. Carmelo García no quiere acabar la entrevista sin pedir que, como él, las autoridades españolas no bajen la guardia ante la posible entrada de algún caso. Sin embargo, la posibilidad de que la epidemia llegase como tal a Occidente es remota, como muestran diversos estudios y expertos, a pesar de alertas como la que mantuvo un vuelo inmovilizado en el aeropuerto de París Charles de Gaulle por los vómitos de un pasajero. Según señalaba el divulgador científico David Quammen en un reciente artículo en The New York Times, “afecta a ciudadanos pobres de África […]. No se trata de nuestros miedos y temores. Se trata de ellos”.

Publicado el 12 de marzo de 2014 en El Confidencial

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De atracador de bancos a voluntario de Cruz Roja

José Pérez González (Foto: Miguel Ángel Jurado. Cruz Roja)José Pérez González (Foto: Miguel Ángel Jurado. Cruz Roja)

“Ayudo porque sé lo que puede significar eso, una ayuda. Porque sé lo que se pasa en la calle. Y si puedo colaborar a que se pase un poquito menos mal, encantado de la vida. Y porque soy egoísta: me gusta ayudar, aunque antes no lo sabía”. José Pérez González muestra una media sonrisa. Tiene 63 años y, si se le pregunta, es capaz de trazar un recorrido por las calles de Córdoba nombrando al ‘sin techo’ que está en cada calle. “Por la Corredera, el Ángel y Damián; en el Bulevar, también el Ángel, o Antonio; enfrente de El Corte Inglés, siempre José”… Cuenta que si ve a alguno nuevo, le baja ropa, y que a alguno también se lo ha subido a su habitación de alquiler para que se duche. Pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. Hay cosas más importantes, como “convencerles de que miren para arriba, para adelante, nunca para abajo, porque abajo no hay nada”.

José Pérez es voluntario de Cruz Roja en Córdoba. Pero no habla desde esa experiencia. Él conoce las calles porque vivió en ellas, después de una vida que se le puso muy, muy cuesta abajo. Nació en Isla Cristina (Huelva) hace 63 años, y a los 7 u 8, no sabe ponerle fecha, ya estaba con una jarra vendiendo leche por las calles. Se colocó de marinero -“lo único que había en mi pueblo”- antes de conseguir la cartilla de navegación, es decir, antes de los 14, y también estuvo de tonelero, entre las maderas con las que fabricaban los toneles para sardinas y arenques. Hacia 1968 se marchó de “viaje de novios” (nada oficial) a “la Alemania española”, esto es, a Barcelona. Trabajaba de peón de obra, “viviendo la vida como se podía… pero bien”. Llegaron los hijos, cinco, pero “pasó lo que pasó…” ¿Y qué pasó? “Pues que empezaron a venir muchos críos, que el sueldo no llegaba y que conocí a personas que ganaban el dinero fácilmente y que podían permitirse lujos que yo no tenía”.

Como ellos, José empezó a vender droga y a consumirla. Y cuando los ‘camellos’, los “grandes”, dejaron de pasarle porque se la cogía toda para él, robó bancos para tener con qué pagarla. Fueron tres o cuatro; el peor, la Banca Catalana en la calle Balmes, donde hubo hasta un tiroteo. Lo apresaron, y en un permiso dos años más tarde intentó atracar otro banco, el Santander. Estaba enganchado. Lo estuvo durante sus 14 años entre rejas: “Lo importante era meterse algo. La cárcel era dura… Y más lo es cuando te metes, aunque en ese momento no lo veas”.

Cuando salió de prisión, su familia había cambiado. “Mis hijos eran hombres, y no habían tenido a su padre ni mi mujer a su esposo… o si lo tuvieron, no fue como debieron”, reconoce. José se encontró en la calle. Durante tres años. Enganchado “a cualquier cosa”. ¿Lo peor? “Claro que el frío te cala, y claro que cuando llueve te mojas, y tienes por cama un cartón y por sábana unos periódicos, pero para mí lo peor fue la soledad. Te dices: ‘No tengo a nadie, estoy solo’. Te encierras y no ves salida”.

Él la tuvo. Le esperaba en un descampado de la avenida Meridiana. Allí estaba José, el excluido, el ‘sin techo’, el politoxicómano -como decían sus papeles-, en un coche abandonado con las cejas reventadas por una caída la noche anterior. “Pasó un señor con bici, y se fijó en mí. Era un trabajador social de Cruz Roja, Jaume. Empezó a hablar conmigo. Se preocupó, me acompañó a que me diesen puntos y me llevó a un albergue. Estuve un tiempo y luego volví a la calle… pero empecé a querer cambiar”, narra, En la calle, dice, “hay queaprender a pedir ayuda y ayudar a que nos ayuden. Lo pasado, pasado está, y el futuro es como quieras tenerlo”.

Comedor social en Madrid. (Foto: Ana Goñi)

Comedor social en Madrid. (Foto: Ana Goñi)

El día de su encuentro con Jaume, José, por vez primera, ayudó a que le ayudaran. Se fue a un centro de Carmona -el Restauración, evangélico-, en el que no podía ‘meterse’ nada: “Me estaba volviendo loco, pero bendita locura: empecé a distinguir lo que era tener una vida distinta”. De ahí le derivaron a Córdoba, al centro Nueva Frontera. Salió, se alquiló una habitación y, hace dos años, se puso de voluntario en Cruz Roja. “Ahora la gente me saluda, me quiere. Estoy muy orgulloso. Ahora me siento persona. Una persona útil”.

Los martes, miércoles y jueves, José colabora en el reparto de alimentos. Martes, jueves y algún otro día participa en el apoyo a las familias, acompañando a un señor en silla de ruedas: “Nos reímos, nos contamos… Yo le ayudo a él y él me ayuda a mí”. Viernes y sábado se va a un centro comercial a pedir alimentos para los programas de ayuda; un kilo de garbanzos, un cartón de leche. Y cuando tiene una tarde libre, la de este jueves, por ejemplo, se baja a la calle, a hablar con Ángel y Damián, en la Corredera; con Antonio, en el Bulevar; o, enfrente de El Corte Inglés, con José. A la calle, donde Cruz Roja ha constatado, a través de sus Unidades de Emergencia Social (que atendieron a 12.000 personas en 2013, casi el doble que el año previo) el cambio en el perfíl de las personas sin hogar.

“Ha aumentado mucho el número de españoles antes situados en contextos económicos seguros, que llevan poco tiempo en esa situación”, señalaGonzalo Herrera, responsable de la UES del Corredor del Henares (Madrid). José lo suscribe: “Yo los distingo por las manos, por cómo llevan las uñas… Así sé que no son del gremio. Él sí fue del gremio, de la calle. Por eso sabe que allí “se habla muy poco. No se comparten los sufrimientos, los sentimientos. Y los que se te acercan te hablan reflejando lástima, el ‘ay, pobrecito’, y eso te hace sentir humillado”. José no. Él les habla “en su idioma”, el de aquel trabajador social de Cruz Roja que lo sacó de su hoyo sin techo, Jaume, el del “venga, que te llevo a que te curen”, e intenta “que vean dónde estaba y dónde estoy”.

Publicado el 9 de marzo de 2014 en El Confidencial.

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“Lo que me hicieron a mí no tienen cojones de hacérselo a un hombre”

Se llama Úrsula. Hoy tiene 42 años. En 2010 atesoraba una carrera brillante de 10 años trabajando en diversas consultorías para un mismo cliente, una de las grandes compañías de comunicación de este país. Pasó por varios puestos, hasta el de gestora de presupuestos. Se quedó embarazada. “Mi embarazo no salpicó nada al cliente: me hacía las ecografías fuera del horario laboral, los análisis los sábados, no bajé el ritmo…”, cuenta. Dio a luz, y antes de incorporarse de nuevo, algún compañero le comentó: “Úrsula, ve a hablar con el jefe, que está la cosa fea”. Y tanto.

El cliente decidió prescindir de ella, y comenzó la pesadilla. Volvió a la consultora, y la fueron relegando de la sección de personal a la recepción, con un sueldo y una categoría reconocidos de analista programador. Le propusieron, además, rebajarle a la mitad el sueldo.

Úrsula cuenta escenas dantescas, como la de pasar un día tras otro sin que nadie le asignara una sola tarea, o que, delante de todos, la levantasen de su puesto y la colocasen en una esquina, o que le dijeran repetidas veces que a la semana que viene la despedirían… para luego nunca hacerlo, o que tres jefes la llevasen a un despacho sólo para enfrentarse a ella. Lo pasó como pudo, con Lexatin y una pretendida fortaleza. Al final, denunció a ambas empresas por discriminación laboral y acoso. “¿Era por ser mujer? Pues no lo sé. Es que aún no lo entiendo. Lo que sí tengo claro es que lo que me hicieron a mí no tienen cojones de hacérselo a un hombre”, cuenta ahora.

Por supuesto, casos como el suyo no son la norma. Del último informe (2012) de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social se desprende que sólo un1,34% de sus actuaciones en materia de igualdad y no discriminación por razón de género delata alguna infracción. Pero las denuncias (de las que el CGPJ carece de datos) sí son el exponente más extremo de una sociedad que, en el ámbito laboral, sigue siendo desigual. Y en la que, con la crisis, se le han cortado las alas a los empeños de igualdad.

Así lo corrobora el Informe del Foro Económico Mundial World Gender Gap Report. Se trata del mayor estudio a nivel mundial sobre desigualdad entre hombres y mujeres. En el ranking que elabora esta institución, España ha pasado de ocupar, en 2009, la posición diez entre los países con mejores condiciones de igualdad hasta la 30 en la que se sitúa en 2013. Una situación que se refleja en la administración central.

María José Ramo, socia del departamento Laboral de Garrigues (una firma que en un 90% de los casos defiende a empresas, aunque también representa trabajadores), enumera las causas más comunes de litigiosidad en el ámbito laboral relacionadas con el sexo. Primero, los temas de la concreción o reducción de jornada, por ejemplo en el caso de mujeres que la reclaman por guarda legal (que se ha ampliado recientemente hasta los 12 años del menor), puesto que da lugar a diversas interpretaciones, incluso en los tribunales, respecto a si esa reducción tiene que afectar a todos los días de trabajo o puede acumularse en uno.

Segundo, por despidos, “aunque por un lado se suele intentar llegar a acuerdos, y por otro todo el mundo está muy sensibilizado con que una mujer embarazada, o, como se dice, ‘blindada’ por haber solicitado determinados permisos de conciliación, es muy difícil de despedir, y que el riesgo de queel despido se declare nulo es muy importante”. Tercero, y poco comunes, los casos de acoso, como el de Úrsula, o discriminación por razón de sexo (el hecho de que una mujer no ascienda entre candidatos de misma trayectoria, por ejemplo), más sutiles y más difíciles de demostrar.

“En general”, opina Ramo, “las empresas están mucho más sensibilizadascon estos temas, lo que no impide que haya personas o compañías que sigan discriminando”. Quizá no lo hagan, quizá todo sea cuestión de una ‘herencia recibida’ cuya inercia aún no se ha subsanado, pero el caso es que los datos indican que la mujer en la empresa sigue ocupando un puesto secundario.

En cuanto al sector privado, los administradores de las sociedades españolas siguen siendo en su gran mayoría hombres, según se desprende del análisis de datos del Registro Mercantil que realiza Dato Capital en colaboración con este diario. En los últimos años, casi no ha habido variaciones en este sentido.

Pongamos que se llama María, ingeniero de caminos, de unos 44 años. Pidió en su empresa, de palabra, una disminución de jornada para cuidar de su hija.La respuesta, también verbal, fue que se buscaría algún subterfugio para despedirla. Ante la amenaza, decidió no solicitarla. Sin embargo, al año se vio igualmente en la calle, ‘elegida’ no se sabe bien por qué entre otros compañeros… que nunca habían mencionado la posibilidad de una reducción. Su caso lo relata María Fuensanta Salcedo, abogada especializada en derecho laboral de Exaequo Abogados. Recuerda muchos más, que cuenta como un torrente, como el de aquellas mujeres de una empresa de servicios que peleaban por 200 miserables euros sobre un sueldo miserable que no se ajustaba a lo que legalmente les correspondía. Para su jefe, no eran más que ‘carne de cañón’. Parias. Salcedo apunta dos razones: eran mujeres y eran humildes. Sin embargo, se unieron, denunciaron, promovieron una inspección y obtuvieron sueldos e indemnizaciones dignas.

No es lo común. “Las mujeres tienen miedo a ejercer sus derechos”. La frase la pronuncia Rosa María Durango, responsable del área de Empleo de la Federación de Mujeres Progresistas y, con matices y aplicada a diferentes ámbitos, la suscribirían las dos responsables del área de igualdad de los principales sindicatos de este país. Almudena Fontecha, secretaria de este ámbito de UGT, asegura que si bien es cierto que no se han recortado derechos respecto a temas, por ejemplo, como la conciliación, sí ha disminuido el ejercicio de los mismos: “Está relacionado con tus posibilidades en el mercado de trabajo, y en esta situación de amenaza permanente, las mujeres los reclaman menos”. Ana Herranz, secretaria de la Mujer de CCOO, habla, como Durango, de las denuncias: “Es una percepción, porque no hay datos, pero tememos que en este contexto de crisis el miedo a perder el empleo esté retrotrayendo a las mujeres de denunciar casos claros”. Más en los de discriminación indirecta (por ejemplo, que a mayor de cualificación, una empresa promocione a un hombre) que directa (la secuencia embarazo-despido).

Habría que añadir los casos de acoso, tanto sexual como por razón de sexo, los que a las mujeres les cuesta más cuesta llevar ante los tribunales, para cuya denuncia la Federación de Mujeres Progresistas mantiene abierto unbuzón en su web. Durango asegura que en su asesoría jurídica, hoy por hoy, están “viendo cosas que hace tiempo eran impensables”. Por ejemplo, excedencias que se niegan cuando por ley son obligadas. Se niegan, claro está, siempre de palabra: “No es conveniente”.

Devaluación salarial

La precariedad y el miedo a perder el trabajo no son patrimonio de las mujeres, por supuesto. La crisis se ha cebado con los trabajos más precarios y, aunque ha causado más paro entre los hombres, “ha producido un importante quebranto en los salarios de los trabajadores en la parte media y baja de la distribución salarial”, señala Sara de la Rica, catedrática de Economía en la Universidad del País Vasco e investigadora de FEDEA. En ese nivel más bajo es donde hay más mujeres: “En ese sentido posiblemente las mujeres como colectivo han podido sufrir más la devaluación salarial, pero no por ser mujeres, sino por estar más concentradas en ese colectivo”.

Los trabajos con menores ingresos, los de tiempo parcial, tienen cada vez más peso entre las empleadas. Cambiar esta tendencia, señala De la Rica, es una necesidad para mejorar la igualdad laboral: “Es preciso modificar los horarios, introducir mayor flexibilidad laboral, ampliar la oferta y mejorar el precio de guarderías, y sobre todo, que se deje de considerar que los hijos son algo propio de las mujeres que los tienen”.

“La contratación temporal y parcial, que no es una fórmula elegida por las mujeres, recae mayoritariamente en ellas. La desigualdad retributiva ha aumentado. Y, sin embargo, lo que está ocurriendo es que esta situación se está invisibilizando. Se ve el desempleo de los hombres, y el de las mujeres se considera estructural, y se despacha con un ‘qué le vamos a hacer’”, resume Fontecha, la secretaria de UGT con la que ha hablado este periódico.

Con este panorama, muchas de las mujeres que acuden a la asesoría de la Federación de Mujeres Progresistas “salen del despacho sin saber si estar convencidas de denunciar, aunque les digas que es un caso de demanda clara. Hay más miedo y más vulnerabilidad”, relata Durango. Úrsula, la exempleada de una empresa de comunicaciones, también habla de miedo. Del que siente ante la posibilidad de pisar de nuevo una oficina.

Publicado el 8 de marzo de 2014 en El Confidencial.

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Gonzalo, ‘matrona’; Maite, piloto

La RAE, en su última edición, ha añadido ya a la entrada ‘matrona’ el masculino ‘matrón’, que designa no ya a la “mujer especialmente autorizada para asistir parturientas”, sino a la “persona” con esas mismas capacidades.Gonzalo Mora prefiere, sin embargo, matrona: “Es lo que se usa, y, al fin y al cabo, tampoco existe periodisto“, resume. Él tiene 34 años, es de Algeciras y como ‘matrona’ (o matrón, como se quiera) ha debido de asistir ya, calcula, a más de mil partos y cesáreas.

Hoy, 8 de marzo, es un buen día para reclamar a aquellas mujeres que están entrando en territorios tradicionalmente masculinos. Las que rompen el estereotipo de que sólo las corbatas pueblan las cúpulas directivas. Las que no agachan la cabeza en el deporte, en las ingenierías, en la construcción. Las que, como decía la piloto María de Villota, “no destacan por ser mujer, sino por su talento”. Pero la igualdad en una sociedad también puede medirse en el sentido contrario, por la normalidad con la que los varones entran en campos supuestamente ‘femeninos’. Por ejemplo, la de los 4.919 hombres que reclamaron el pasado año un permiso o prestación por hijo (1,7% del total de permisos). La de los que superan la media de 76 minutos que los españoles (varones; en ellas la media es de 127 minutos) dedican a las rutinas de la casa, según la OCDE. O la de los que, como Gonzalo, ocupan profesiones habitualmente consideradas ‘de mujeres’.

Señalaba un estudio de Eurostar, de 2007, cómo seis sectores de actividad concentraban el 60% de las empleadas en Europa: la sanidad y los servicios sociales; el pequeño comercio, la educación, la administración pública, actividades de negocios y hoteles y restaurantes. En los hombres, la concentración era mucho menor (un 42% en seis actividades, encabezadas por la construcción). Así, ellas copaban el empleo, por ejemplo, en sanidad y servicios sociales (77%) y educación (70%), mientras que ellos dominaban la construcción (91,8%). La OCDE muestra que el empleo entre las españolas, en 2011, seguía centrado en el sector servicios, y los de la EPA del cuarto trimestre de 2013 siguen hablando de una agricultura, una industria y una construcción eminentemente masculinas, con las mujeres ocupadas centradas, entre otras, en el comercio al por menor, la educación o los servicios sociales y la sanidad.

Gonzalo Mora.Gonzalo Mora.

En este último ámbito el 77,4% de los ocupados son féminas. Entre el minoritario 32,6% de los varones está Gonzalo, quizá en la disciplina más ‘femenina’ del sector. Tenía claro, “desde chaval” que lo suyo era la salud, estudió enfermería y cuando supo que había oportunidades de irse a Reino Unido para formarse como matrona, no lo dudó. Allí le cogió el gusto a la profesión y a la obstetricia, muy diferente de la que se practicaba -y se practica, según él- en España, más tendente a “devolver el papel de la mujer en el parto y evitar el intervencionismo”.

Gonzalo, hoy en el Hospital de Fuenlabrada (Madrid) y defensor de la sanidad pública, se sigue emocionando en los partos. Lo que le gusta es, “como al del Equipo A, que las cosas salgan bien”. E intenta animar, aportar fuerza a la mujer, “que es quien hace el trabajo duro. Si pariéramos los hombres, no habría ningún problema de población en el planeta, porque no nacerían tantos niños”, ríe.

“En medicina, la gente lo que quiere es que le traten bien. Y eso es lo que al final importa de este trabajo, en el que tratamos con algo tan delicado y con gente en un momento tan especial. Pero sí, al verme por vez primera, hay alguna mujer que se sorprende o se muestra al principio reticente”. Sorprendidas porque, esperando una mujer-matrona, se encuentran un hombre de 1,80, melena y barba no pocas veces. ¿Y?

Maite Lumbreras.

Maite Lumbreras.

La misma pregunta puede hacerse a quienes aún se sorprenden al ver al frente de su avión a Maite Lumbreras, una de las 60 pilotos de Iberia (sobre 1.300), comandante de vuelo, ingeniera aeronáutica y responsable de seguridad operativa de la compañía. Maite soñaba con ser astronauta, pero, como le quedaba “un poco lejos” se metió, sin plantearse disquisiciones de género, en una ingeniería, y cuando tuvo delante la oportunidad de hacer formación como piloto, ahí que fue. Hoy, con 44 años, lleva 22 en la firma, unas 10.000 horas de vuelo, y cada mes viaja entre 10 y 15 días a capitales europeas, Moscú, Lagos, Tel Aviv… “Nunca me he planteado si mi profesión es masculina o femenina, pero sí entiendo que nos queda mucho por recorrer hasta el momento en que dejemos de pensar en el sexo de quien trabaja”.

Añade Gonzalo: “Me gustaría que constase que en todas las ocupaciones debería estar tan normalizado como en la mío que ser de un sexo que no es el típico no significa nada. Ojalá las mujeres no tuvieran que demostrar mucho más en sus profesiones por una simple cuestión de sexo. Yo veo todos los días lo duras que son”. Consta.

Publicado el 8 de marzo de 2014 en El Confidencial.

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Nueva bofetada a la Ley de Seguridad: la UE exige que no se castigue a la prostituta

Lucía tiene 40 años y lleva más de 10 ejerciendo la prostitución. Cuatro de ellos en la carretera, hasta 2010, y hoy en las afueras de un polígono cerca de Madrid. Sabe bien lo que vende y lo que quiere: “Quiero libertad. Quiero tener la libertad de ejercer en lo que quiero, sin molestar a nadie, y de no hacerlo si no quiero. Los que legislan no nos escuchan. ¿Hablan con nosotras?  Nunca. Y, sin embargo, cuando aprueban un reglamento, dicen que es por nosotras. Que quede claro que no vendemos nuestro cuerpo: vendemos un servicio. Igual que si limpio una escalera no estoy vendiendo mis manos”, recalca.

Desde Europa ha llegado esta semana una resolución que compromete uno de los proyectos del Gobierno español que aborda el tema de la prostitución. Se trata del polémico anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, que, entre muchas otras cosas, tipifica como infracción grave “el ofrecimiento, solicitud, negociación o aceptación de servicios sexuales retribuidos” en espacios públicos de uso de menores o en los que estas actividades puedan suponer un riesgo a la seguridad vial, es decir, en las carreteras. Según esta redacción, las multas, de 1.000 a 30.000 euros, se impondrían no sólo al cliente, sino también a la prostituta.

Es ese punto precisamente el que ahora rechaza Europa, que en la resolución aprobada el pasado miércoles “subraya que no debe penalizarse a las personas que ejercen la prostitución y pide a todos los Estados miembros que deroguen la legislación represiva” contra ellas, además de instarles a no desarrollar nuevas medidas en ese sentido. La primera conclusión es clara: el anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, atacada desde muchos otros frentes y por muchos de sus artículos -ha sido bautizada como ‘ley mordaza’-, no respeta esta disposición del Parlamento Europeo.

Sin embargo, esta resolución no sólo contradice el camino por el que quería ir el Gobierno, sino que tampoco contenta a las asociaciones de trabajadoras sexuales y a algunas organizaciones implicadas en el tema. “Es de una hipocresía mayúscula. Si no prohíbes vender a un centro comercial, pero sí les prohíbes comprar a sus clientes, estás penalizando al centro comercial”, resume Carmen Briz, portavoz de Hetaira. “En esa resolución se habla de la dignidad de la mujer, pero se da a entender que la prostitución es indigna. El problema es que por mucho que hable de los derechos sexuales de las mujeres, no se les consiente que sean libres de decidir si intercambian sexo por dinero. Y además se aboga por el modelo sueco [de persecución al cliente, con pena de prisión], que lo que consigue es clandestinizar la actividad y estigmatizar a la prostituta”, recalca. La resolución, de hecho, considera tanto la prostitución como la prostitución forzada “formas de esclavitud incompatibles con la dignidad de la persona”.

Glòria Poyatos, juez decana de los juzgados de Lanzarote y experta en el tema, es de la misma opinión: “Suscribo el texto de la resolución al 85-90%. Yo también estoy contra la trata y la prostitución forzada, pero el Parlamento Europeo presenta alegremente el modelo sueco como el mejor, sin aportar fuentes que corroboren sus datos. Además, al proponer penalizar al cliente, penaliza indirectamente a la trabajadora del sexo, que tiene que ocultarse y queda estigmatizada, bajo la visión social de que está haciendo algo reprochable”, señala esta jurista, que aboga por una “regulación expresa y a medida para la especial tipología de este trabajo, que las permita emanciparse de las redes de proxenetismo y trata”. Poyatos recuerda además que esta disposición del Parlamento no tiene efectos vinculantes, a diferencia de la sentencia de 20 de noviembre de 2001 del Tribunal de Justicia de la UE, que consideraba la prostitución como una actividad económica siempre que se desarrolle libremente y por cuenta propia.
El ‘glamour’ de pagar las facturas

“Esto es un trabajo, lo quieran ver o no. Y nosotras siempre hemos demandado un sitio en el que trabajar sin molestar ni ser molestadas, porque tampoco es plato de nuestro agrado incomodar a los vecinos o estar donde hay niños”, narra Lucía, que no cuenta con más ‘chulo’ que sus obligaciones:“Mis proxenetas son mis facturas del gas, de luz, de alquiler… Este no es un trabajo fácil, y no tiene nada de glamour, por mucho que algunos intenten dárselo: el único glamour está en el momento en que pagas la factura y tienes con qué calentarte”, recalca. Lucía asegura que en la calle, bajo el sol y la lluvia, hay muchas como ella, con libertad para hablar con el cliente y pactar con él el servicio, y con capacidad para decir: ‘Esto lo hago; esto no’. Las hay también con proxenetas y víctimas de la trata. Pero asegura que esa libertad que pueden tener en las carreteras algunas como ella es algo que no existe, ni de lejos, en los clubes: “Allí quien pone las normas es el dueño”, señala; “allí tengo que compartir con él el 50% de las ganancias, y allí se imponen determinadas cosas como normas de la casa: hacer ciertos trabajos, por ejemplo, sin preservativo”.

Lucía asegura que desde hace un tiempo se siente menos segura, y no más protegida, por las leyes. “Ahora nos acosan. No podemos hablar tranquilamente con el cliente de qué vamos a hacer o qué no, y cada vez tenemos que ir más lejos para prestar un servicio”. De 9 a 3, o de 11 a 7, según la estación del año y la luz que la acompañe. Es el horario de la carretera, que evita la noche “porque la desgracia puede ser a cualquier hora, pero la oscuridad puede ser más propicia”. Lucía compara su trabajo, como ella defiende que se llame y considere, con el del taxi: “Hay que salir a trabajar, a ver qué tal se da el día. Uno consigues siete clientes y al siguiente, ninguno. Yo el viernes pasado me volví sin nada a casa, porque las proposiciones que me hicieron no me gustaron”, cuenta. Y dice que sí, que a veces bajo la lluvia se plantea que estaría mejor en otro trabajo, “pero como cualquier trabajador de cualquier oficio”.

La cuestión para esta prostituta es que tanto el anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana -que pena a prostitutas y clientes- como la resolución europea -que propone penalizar sólo a estos últimos- lo que pretenden y consiguen es “aorillar” a las prostitutas, sacarlas de la calles, afincarlas en los clubes. “Al final, quien penaliza al cliente me penaliza a mí también. Estas regulaciones nos llevan a la indefensión. Nos quitan espacios y no nos dan soluciones”, relata esta prostituta. María José López Armesto,presidenta de la primera cooperativa de prostitutas en España, Sealeer, difiere de la visión de Lucía sobre la prostitución de carretera -“allí todas tienen su proxeneta”, dice-, pero coincide con ella en las soluciones: “El Gobierno tendría que ver esto desde otra perspectiva. Deberían habilitarse sitios para que pudieran ejercer. Y en vez de pagar multas, deberían pagar ese alquiler”.

Publicado el 28 de febrero de 2014 en El Confidencial.

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El agua, los embriones y otras Iniciativas Ciudadanas Europeas pendientes

Siete ciudadanos de siete países de la UE. Un proyecto legislativo que pueda asumir la Comisión. Un millón de apoyos recogidos, en papel o por vía electrónica, en un plazo máximo de un año. Un número mínimo de firmantes en al menos siete estados miembros (para España, está en 40.500). Sobre esas bases, los ciudadanos europeos, que en tres meses exactos elegirán a sus representantes en el Parlamento, pueden llegar a contribuir al derecho de la Unión. Eso si cumplen todos los requisitos y la Comisión, una vez examinado el proyecto (tiene un plazo de tres meses), determina presentar una propuesta legislativa en ese sentido. Al menos así lo recoge elReglamento sobre las poco conocidas Iniciativas Ciudadanas Europeas (ICE) -es una de las críticas que ha recibido este equivalente comunitario a las Iniciativas Legislativas Populares del ordenamiento español-, que son posibles desde abril de 2012.

No ha sido hasta esta semana, sin embargo, cuando la primera de estas iniciativas ha llegado formalmente a la Comisión, con el aval de 1.659.543 firmas. Bajo el título de “El derecho al agua y al saneamiento como derecho humano”, reclama su gestión como servicio público y la instauración de un mínimo vital que garantice que a nadie se le pueda cortar el suministro por debajo de determinada cantidad aunque incurra en impagos. “El agua es la última oportunidad que tiene mucha gente. Privar de ella a una familia tiene una dimensión sanitaria, social y psicosocial que creo que se olvida. Según nuestras estimaciones, puesto que no existe un regulador ni datos oficiales en España, aquí se tramitan al año medio millón de avisos de corte, y se ejecutan unos 300.000”, relata Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (Aeopas) y uno de los defensores de esta ICE en España. La abogada Ana María Giménez, implicada también en el proyecto, dice que en el Parlamento, donde se presentó la iniciativa ante la Comisión, hubo bastantes voces de apoyo. La Comisión, según anunció, presentará su dictamen al respecto el próximo 20 de marzo, dos días antes de la celebración del Día Mundial del Agua.

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Mientras, otras siete ICE están aún pendientes de la recogida de firmas. Reclaman la prohibición de mantener las luces encendidas en tiendas y oficinas vacías; la clasificación del cigarrillo electrónico como ‘producto recreacional’, y no como tabaco o medicamento; el establecimiento de unalegislación comunitaria sobre el cannabis o para la protección de latransparencia de los medios de comunicación; excluir la educación en la contabilidad del déficit público; ampliar las Erasmus a recién licenciados que den clases en zonas deprimidas de la UE; y cuatro medidas concretas parafavorecer el emprendimiento de la mujer. Sólo esta última, con 12.500 euros, y la de los medios (2.000) cuenta con financiación por encima de los 500 euros, el mínimo a partir del cual deben declararlo.

Cartel de The European Initiative for Media Pluralism

Cartel de The European Initiative for Media Pluralism

Hay también siete ICE que ya han superado el plazo de un año desde su registro, pero que aún no se han presentado ante la comisión. Los organizadores de al menos dos de ellas sostienen haber superado el umbral del millón de firmas: “Stop Vivisection“, que exige la prohibición de la experimentación con animales, y“Uno de nosotros”, sobre la eliminación de financiación y la prohibición de “las actividades que suponen la destrucción de embriones humanos, en particular en los ámbitos de investigación, ayuda al desarrollo y salud pública”. En el comité que ha impulsado esta última se encuentra la española Alicia Latorre, de la Federación de Asociaciones Provida, cuenta con una aportación de 50.000 euros y está apoyada, entre otros, por Jaime Mayor Oreja. Desde su oficina en España anuncian que tienen ya todos los certificados nacionales (cada Estado debe validar las firmas) sobre 1.742.156 firmas y que están pendientes de entregarlas a la Comisión y de que esta les cite para la audiencia pública.

Rechazadas y retiradas

Entre las ICE obsoletas, aquellas que han sido retiradas por los organizadores, se encuentra una sobre el bienestar de las vacas lecheras (contaba con 345.000 euros de apoyo). Y entre las rechazadas antes siquiera de registrarse, por no cumplir los requisitos establecidos para estas iniciativas, una pedía la abolición del propio Parlamento Europeo; otra, la de la tauromaquia; una tercera, que el himno europeo se cante en Esperanto.

Está por ver la consideración que le merece a la Comisión la primera de las ICE que ha logrado llegar ante ella, la del derecho al agua. En la presente legislatura, en España, han llegado al Congreso 22 iniciativas legislativas populares. De ellas, ocho han sido ya inadmitidas a trámite (sobre custodia compartida, celiacos y “eliminación de prebendas a la clase política cesada”, entre otras) y una (la proposición de ley para el empleo estable promovida por los sindicatos para modificar la reforma laboral), rechazada. Sólo una ha sido aprobada con modificaciones (regulación de la tauromaquia como patrimonio cultural) y otra, la famosa ILP sobre los desahucios, “subsumida” en otra iniciativa -la ley de protección de los deudores hipotecarios-, algo que“escandalizó” a los promotores. Quizá en Europa las propuestas ciudadanas corran mejor suerte.

Publicado el 23 de febrero de 2014 en El Confidencial.

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Después de los sefardíes, ¿los moriscos?

“Lo que hacemos hoy es reencontrarnos. Había una deuda histórica con aquellos que siempre han querido ser españoles, que allá donde viviesen han llevado nuestra lengua, el sentido de pertenencia […]. Muchos de ellos guardaban incluso las llaves de sus casas, esas casas de las que fueron expulsados”. Justificaba con estas palabras el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, la propuesta de reforma del Código Civil para la “agilización de la concesión de nacionalidad” a los sefardíes que lo deseen, a los descendientes de aquellos judíos que, tras la toma de Granada y la firma de un edicto por los Reyes Católicos -cuya redacción inspiró el mismísimo Tomás de Torquemada-, no quisieron renunciar a su fe y fueron expulsados por la Corona.

En Chauen (o Xauen, Marruecos) un hombre guarda a buen recaudo una llave mayor que una mano extendida. Abría la puerta de una casa que hoy ya no existe, la de su familia en Granada. Ese hombre habla con locuacidaz la lengua de Cervantes. Sus hijos, tres de los cuales residen hoy en la ciudad andaluza, también. Igual que lo hacía su padre. Y la historia de cómo sus antepasados salieron de Granada hace cinco siglos sigue viva en su memoria, tan viva que cuando la cuenta, parece que hubiera sucedido hace cinco años. Pero este hombre, a pesar del anuncio de Ruiz-Gallardón, no conseguirá fácilmente la nacionalidad española. Porque Abdelgafar Elakel, marroquí de 66 años, no es sefardí. Es morisco, descendiente de aquellos musulmanes que, como los judíos, tuvieron que abandonar las tierras de la Corona que luego se convertiría en España.

‘La expulsión de los moriscos’, de Gabriel Puig Roda (1894). (Foto: Wikipedia, Joanbanjo)

Se calcula que unos 200.000 sefardíes abandonaron la Península después de 1492 (y, según la prensa israelí, unos tres millones y medio de descendientes podrían reclamar hoy la nacionalidad). Se baraja una cifra de hasta medio millón para los musulmanes y conversos (los llamados ‘moriscos’; a los conversos judíos bajo sospecha de prácticas judaizantes se los llamó ‘marranos’) que siguieron ese mismo camino desde ese final del siglo XVI hasta el comienzo del XVII, cuando Felipe III culminó el proceso de expulsión. Corrieron entonces la misma suerte, pero hoy, más de 500 años después, sus caminos no discurren paralelos. Los descendientes de los moriscos tienen que seguir los trámites y plazos de cualquier extranjero para conseguir la nacionalidad. Los sefardíes, como recoge el Código Civil (art.22), pueden hacerlo con sólo dos años de residencia (lo habitual son 10), igual que los provenientes de países iberoamericanos, Andorra, Portugal, Filipinas y Guinea Ecuatorial. Con la propuesta del pasado viernes de Justicia -aprobada en el Consejo de Ministros días antes de que Mariano Rajoy se reuniera con representantes de organizaciones judías de Estados Unidos-, se reformará además el artículo 23, facilitando que obtengan la nacionalidad por carta de naturaleza. Bastará con que prueben su condición de sefardíes y su vinculación con España, y no tendrán que renunciar, como hasta ahora, a su nacionalidad de nacimiento.

Rajoy, en su encuentro con miembros de la comunidad judía de Estados Unidos. (Foto: Moncloa)Rajoy, en su encuentro con miembros de la comunidad judía de Estados Unidos. (Foto: Moncloa)

Los moriscos llevan tiempo reclamando ese mismo derecho. En 2006 Izquierda Unida planteó a la Junta de Andalucía una proposición no de ley para que este organismo instara al Gobierno español a dotarlos de nacionalidad preferente. No hubo resultado. En noviembre de aquel año, un encuentro de la Alianza de Civilizaciones reclamaba -en la denominada Declaración de Xauen- lo mismo, con idéntica conclusión. Uno de los promotores de aquellas iniciativas, el profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba Antonio Manuel Rodríguez -embarcado hoy también en la reclamación de la titularidad pública de la Mezquita de Córdoba- lo resume con sencillez: “Se trata de que de donde exista la misma razón, exista el mismo derecho. Es una reivindicación no desde el victimismo, sino desde la justicia. El reconocimiento a la comunidad sefardí es simbólico, necesario y justo. Hacer lo mismo con los que han mantenido su identidad morisco andalusí en el exilio también lo es, hacia ellos y especialmente hacia nosotros mismos, en un ejercicio de reconstrucción de la memoria colectiva”.

Incide este profesor en la “extranjerización” que se hace en España del pasado. En que Abderramán III (Córdoba, 891), Averroes (Córdoba, 1126) o el judío Maimónides (Córdoba, 1135) son tan hispanos como Séneca(Córdoba, 4 a.C.). En que no se pueden embutir ocho siglos de historia (los de dominio musulmán) en una caja de zapatos olvidada. Y en que la “cerrazón” en no admitir -el ministro Gallardón ni los ha mencionado- a los descendientes de los moriscos andalusíes es fruto de todas esas ignorancias. Desde Chauén, Abdelgafar Elakel dice sentirse musulmán. También marroquí. Y duda de si habrá otras personas que, expulsadas hace más de cinco siglos de la que fue su tierra, guarden ese amor hacia ella: “Las concesiones a los sefardíes a mí me producen satisfacción como morisco: por lo menos se lo han dado a la mitad de los expulsados. Pero no es lógico que se lo den a ellos y no a nosotros. No buscamos la nacionalidad por una cuestión económica, sino moral”. Y concluye: “Mi cultura es española, pero en árabe”. Lo dice riendo y no en árabe, sino en perfecto castellano.

Publicado en El Confidencial el 16 de febrero de 2014.

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“Nos encontramos abandonados por el sistema de salud público”

Su hermano cogió un micrófono de juguete. Le dijo: “Alejandro, hola”. Y Alejandro volvió a hablar: “Hola”. Aquello era un milagro. O, mejor dicho, era el fruto de un tratamiento adecuado. O, aún mejor, la respuesta a un tratamiento adecuando en un entorno adecuado, el suyo.

A sus 8 años, en 2012, Alejandro sabía lo que es un hospital. En 2007 le habían diagnosticado un tumor en el hipocampo. En enero de 2012 iba a someterse a una intervención en el hospital 12 de Octubre de Madrid, pero no fue posible realizarla: en el quirófano sufrió una parada cardiorrespiratoria, dos minutos interminables sin oxígeno que le dejaron sin habla, sin la capacidad de tragar alimentos, con dificultad hasta para respirar y en un estado a veces catatónico. Como recuerda su padre, Jesús Barrado, de la pesadilla surgió una buena noticia: el daño cerebral no era irreversible. La prescripción médica, meses más tarde confirmada, fue clara: Alejandro necesitaba rehabilitación neurocognitiva, en un centro que fuera “lo máspróximo a su entorno familiar y social”. Existe ese centro en Castilla y León, donde vive Alejandro. Se llama Benito Menni, y es privado, pero en él hay otros niños con problemas similares derivados de la sanidad pública.

Allí lo llevaron sus padres. Alejandro, que no había perdido la memoria, aunque sí otras capacidades -volvió a aprender a andar sobre los pies de su padre, igual que volvió a hablar con el juguete de su hermano-, iba a terapia, luego pasaba unas horas en su propio colegio, con sus profesores y sus amigos y, luego, de vuelta a casa. Como habían prescrito los médicos de la Seguridad Social. Y, sin embargo, las facturas corrían de cuenta de la familia, porque el servicio de Sanidad de Castilla y León, el Sacyl, respondió a los 20 días a la solicitud de canalización hacia el centro, alegando que si el niño necesitaba un tratamiento integral debía irse al Instituto Guttman, en la provincia de Barcelona. “Partiendo del dolor de la situación que estábamos viviendo, nos encontramos abandonados. Un daño cerebral es una situación urgente y excepcional, ante la que no puedes dar una respuesta burocrática. Y todo porque no había dinero”.

Los padres de Alejandro siguieron insistiendo, y unos meses después se reconoció su derecho al tratamiento en el Benito Menni. Mientras, quedaban las facturas: 3.979 euros, que hoy, gracias a una sentencia judicial, tendrá que abonar el Sacyl. No es la primera vez: existen al menos dos sentencias anteriores, una de unos 6.000 euros y otra de 7.000. En ambos casos el Sacyl había comenzado a pagar las facturas del Benito Menni para luego, sin explicaciones, dejar de hacerlo. En uno de los fallos se insinúa la razón que puede haber detrás, la misma que apuntaba Jesús Barrado: se “vislumbra”, dice, que “la causa de no prestar la asistencia rehabilitadora […] tiene su origen en dificultades presupuestarias del organismo demandado”.

El gerente regional de Salud, Eduardo García Prieto, lo niega rotundamente: “No tiene nada que ver. Aquí no hay ningún fantasma. Si hubiera motivos económicos, no hubiéramos aprobado después el tratamiento, como hicimos. Lo que ocurre es que no existe concierto con el Benito Menni, por lo que no se puede conceder automáticamente, tenemos que buscar la excepcionalidad que permita hacerlo. Estos padres no esperaron a recibir la autorización para llevarlo, de ahí el tema de las facturas”. La cuestión, repone Jesús Barrado, es que era urgente.

Por su parte, Carmen Flores, presidenta del Defensor del Paciente, insiste en el razonamiento económico que García Prieto dice no entender: “Este es un caso más de cómo el Sacyl pretende ‘solucionar’ sus problemas presupuestarios a costa de los pacientes que necesitan tratamientos especializados”, señala en un comunicado. Y, de viva voz, añade: “El coste de derivarlos a Barcelona, con el traslado y estancia, hubiera sido mucho mayor. Pero esto nace de una actitud de prepotencia y de una idea preconcebida: la de que los padres no van a llegar a denunciar y ellos se ahorrarán las facturas. Yo recomiendo a todos los que estén en esta situación que envíen un burofax al consejero al cargo advirtiendo que el agravamiento del menor será responsabilidad de la administración por la denegación de auxilio”.

El abogado que ha llevado la demanda de Alejandro, Santiago Díez, indica que existen otros procesos judiciales pendientes por menores que se encuentran en su misma situación, y que otros muchos se han quedado en el camino por no poder afrontar el tratamiento: “En todo esto hay un trasfondo de inhumanidad tremendo. Estamos hablando de los seres más indefensos, y ellos [el Sacyl] parece que estén hablando de goteras. Que si pueden esperar, que si hay un pequeño ‘pero’, como es que tengan que irse a Barcelona…”. Hoy, Alejandro sólo ha perdido un curso. Habla. Juega al balonmano. “Si hubiéramos esperado a las respuestas del Sacyl, no sé cómo estaría hoy. Yo sólo les pido una cosa: que den soluciones y no pongan trabas. Igual que hizo el colegio de Alejandro, también público, que desde el primer día nos ofreció toda su ayuda”, señala su padre.

Publicado en El Confidencial el 15 de febrero de 2014.

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La segunda conquista (empresarial) de Latinoamérica

Es la hora de las Pymes. Tras la primera gran oleada de inversores en Latinoamérica, protagonizada en los noventa por las grandes corporaciones -Telefónica, Mapfre, Santander, Iberdrola, Endesa…-, ha comenzado el “desembarco” de la pequeña y mediana empresa en la región. Así lo califica Juan Carlos Martínez Lázaro, director general de división corporativa de IE y uno de los responsables de los sucesivos informes sobre el Panorama de Inversión Española en Latinoamérica de esta escuela de negocios. Precisamente, el próximo jueves 13 se presentará la VII edición de este estudio en la Casa de América de Madrid, que también acogerá, un día antes, el encuentro Claves del Éxito de la Empresa Familiar Española en América Latina.

Y es que más allá de la situación en Panamá, más allá de las convulsiones en Argentina, la internacionalización de las empresas españolas hacia Latinoamérica es una tendencia. Según los últimos datos disponibles, el stock de inversión en la región supera los 115.000 millones de euros, una cantidad similar al PIB de Perú, que supone un tercio de la inversión española en el mundo y que coloca a España en el segundo puesto en la zona, tras Estados Unidos. En 2013 se han producido algunas desinversiones, por lo que es probable que el balance no sea tan positivo, según matiza Martínez Lázaro, pero la tendencia continúa: “Latinoamérica había perdido peso en la primera década de 2000, a favor de Estados Unidos y la Unión Europea, pero desde el inicio de la crisis hay un repunte de la inversión española, primero porquenuestro mercado no da para más, lo que está llevando a las empresas a redoblar su apuesta exterior, y segundo porque los mercados europeos tampoco han estado muy boyantes”.

“No podemos no estar en Latinoamérica”, resume con sencillez Jaime Llopis, socio de Cuatrecasas, Gonçalves Pereira, firma de abogados presente en la región desde finales de los 90, a través de diversas alianzas, y desde 2001 con una estructura propia, que comprende un equipo estable de siete personas en São Paulo (Brasil). Con él “acompañan” a sus clientes ibéricos en la aventura americana y “cada vez más, a grupos brasileños y latinoamericanos hacia Europa, porque esta autopista de inversión ya tiene carril de ida y vuelta, lo que es una buena noticia para España, al igual que el nacimiento de las multilatinas, las grandes corporaciones de inversión intrarregional, que abren muchas posibilidades de colaboración a las firmas españolas, sostiene.

Un 74% de las empresas familiares españolas, como lo es Cuatrecasas, ha aumentado su presencia exterior en el último medio año, según el recienteBarómetro Europeo de la Empresa Familiar de KPMG, y un 53% se plantea oportunidades de inversión más allá de nuestras fronteras, con un destino favorito: Latinoamérica, que señala el 22%.

Destinos de las empresas familiares que se plantean oportunidades de inversión exterior. (Fuente: KPMG)Destinos de las empresas familiares que se plantean oportunidades de inversión exterior. (Fuente: KPMG)

Pero existe un fenómeno nuevo, según muchos de los expertos: el desembarco de las pymes españolas. Lo explica Juan Carlos Martínez Lázaro: “Siempre se pensó que tras la llegada de las grandes corporaciones españolas iría, de su mano, una segunda oleada de pymes, pero en ese momento encontraron niveles de crecimiento muy altos en España, y no emprendieron ese camino. Hoy, cuando el mercado español flojea, están llegando centenares de ellas, básicamente por las oportunidades de esos mercados, que han tenido importantes tasas de crecimiento y necesidades de inversión y un gran deseo de contar con un tejido empresarial que autóctonamente no tenían, aparte de las facilidades culturales y de los caminos ya hechos por las grandes empresas”. “No hay números exactos al respecto, pero es algo que hemos observado en los últimos años”, añade Juan José Cano, socio responsable de Empresa Familiar de KPMG en España.

El ‘desembarco’ se está produciendo de muchas maneras. Según Llopis, lo efectivamente relevante, más que el tamaño de una compañía, es el hecho de que no se hubiera internacionalizado antes: “Con el contexto de la crisis en España, ahora lo ven como una necesidad. Requieren buscar nuevos mercados. Y dentro de ese fenómeno de internacionalización por necesidad, algunas están acometiendo estos procesos a la desesperada. La primera palabra que nosotros tocamos en una reunión con cualquier cliente es ‘planificación'”, añade.

Para empezar, hay que tener algo muy claro: no nos están esperando. “Ha habido una cierta avalancha. Algunas, las menos, han ido pensando que iban a encontrar El Dorado, y no es así: hay grandes oportunidades, pero tienes que dotarte de una estrategia adecuada, que tenga en cuenta los recursos financieros y organizativos y cuál es la mejor forma de abordar esos mercados, en los que hay grandes competencias”, apunta Martínez Lázaro, quien señala además que las empresas españolas tienen ya bastante claro que hay muchas Latinoaméricas, con vecinos tan dispares en cuanto a estabilidad jurídica y macroeconómica como Chile (para bien) o Argentina, -donde “hace tiempo que hay poco interés por entrar”- y donde las turbulencias derivadas de la crisis de los mercados emergentes “dependerán de cada país”.

“México parece España en sus mejores años. Es impresionante. Cada vez que vas el país ha cambiado para bien. Pero los mexicanos tienen claro que ésta es una oportunidad para ellos. Insisten mucho, por ejemplo, en que tengas un equipo local. Quiero decir que oportunidades hay, pero no es un camino de rosas“, explica José Luis López, socio de Bluetab Solutions, una pyme del sector de las TIC (ofrece a multinacionales servicios de consultoría tecnológica y productos propios para la gestión de transacciones y la inteligencia de negocio) que nació hace ocho años y lleva dos en México, con oficina propia. Llegaron de la mano de uno de sus clientes, BBVA, pero ya tienen proyectos en Chile, Colombia, Perú y Argentina.

López recalca también la importancia de la planificación: “Nosotros nos hemos informado, a través del ICEX, de los problemas para constituir una empresa, ycontamos con una gestoría local [formada por un socio mexicano y otro español], algo esencial, porque sabe los problemas con los que te puedes encontrar”. Algunos ejemplos de esas trabas que conviene conocer antes de llegar al país: disposiciones que determinan, por ejemplo, que sólo el 10% de los empleados puedan ser extranjeros o que estos tengan derecho al 5% de los beneficios, dificultad de encontrar talento local, que tiende a irse del país, alza de los salarios…

Hoy por hoy, los polos de atracción de la inversión española son -así lo constataba el estudio del IE del año pasado, y este año sigue la misma línea- los de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México, Perú, que suman más de un millar de firmas españolas, según el ICEX), a los que Juan José Cano, de KPMG, une Brasil y Panamá. Repite también São Paulo como la metrópoli escogida por los directivos españoles para instalar sus headquarters. Eso en un entorno en que, como señala Martínez Lázaro, “cada vez más pymes empiezan a ser conscientes de que deben iniciar su aventura latinoamericana”.

Publicado en El Confidencial, el 8 de febrero de 2014.

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El libro de 1.250 páginas y una sola palabra

Volaron de Alemania a Francia. No sirvió de nada. Llegó el régimen de Vichy, fueron trasladados a un centro de detención cerca de París y, de ahí, al mayor campo de exterminio del nazismo, Auschwitz. Allí murieron. La historia se la contaba hace un par de semanas el nieto de aquella pareja en fuga constante hacia la nada al rabino Phil Chernofsky, y añadía: “Con miles de libros sobre el Holocausto, el suyo es el único que menciona a mis abuelos”. Desde Jerusalén, Chernofsky confiesa que este relato le emocionó hasta las lágrimas. Y sin embargo su libro, And Every Single One Was Someone (ed.Gefen), no contiene el nombre de ninguna de las víctimas de la barbarie nazi. Porque las contiene a todas.

1.250 páginas. 40 columnas y 120 líneas en cada una. Y una sola palabra repetida seis millones de veces: “Judío”. La idea para la obra (que va de los 80 a los 1.800 dólares, según la edición; aunque por algo más de 50 puede encontrarse en Amazon) surgió hace 35 años, cuando Chernofsky, director educativo en el Orthodox Union Israel Center y editor de la publicación Torah Tibdits, entonces maestro de estudios judíos y matemáticas en Queens (Nueva York), quiso hacer trabajar a sus alumnos (entre los 11 y los 12 años) en torno a ese número, seis millones -el mismo de las víctimas judías del Holocausto-, como espoleta para que reflexionaran.

“Pretendo hacer posible que la gente visualice ese número. Que pasen las páginas, paren donde quieran y escojan un único ‘judío’. Que se centren en él o ella. Que imaginen que están mirando una foto de una persona. Que luego miren a los siguientes ‘judío’ que aparecen. Familiares, amigos, vecinos, compañeros de clase… Y que se den cuenta de que todos ellos fueron asesinados. Todos eliminados”, relata Chernofsky, y añade: “Para mí, el libro es un detonante para reflexionar sobre la enormidad del Holocausto”.

Ha habido otras formas de hacerlo. En la dirección contraria, el centro Yad Vashem intenta dar su nombre a esos más de seis millones de judíos que los nazis nunca vieron como individuos. Otro libro, este con 4.2 millones de nombres, fue el protagonista de una exposición que el pasado año llegó alAuschwitz-Birkenau State Museum.

La obra de Cherfnofsky ha gustado mucho a algunos -el rabino cuenta cómo otro de los lectores le hizo ver que su libro contiene precisamente la palabra que Catherine Ashton, representante de la UE para Asuntos Exteriores, olvidó mencionar en su discurso del Día Internacional de la Memoria del Holocausto, el pasado 27 de enero: judío-. A otros, bastante poco. Ha habido incluso quien ha indicado que podría ser el libro favorito de Hitler. Chernofsky se defiende: “Es insultante sugerirlo”, dice. La obra, de hecho, contiene, en su página 2, una leyenda aclaratoria: “Este libro contiene la palabra ‘judío’ seis millones de veces. Y cada uno de ellos era alguien. Hombres, mujeres y niños. Han desaparecido. Pero los recordamos”.

Publicado en El Confidencial, el 8 de febrero de 2014.

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