“El paro es un ‘comepersonas'”. Lo dice uno de los 88 entrevistados en un estudio cualitativo de la Fundación 1º de Mayo sobre las consecuencias del desempleo que ha realizado un equipo dirigido por el sociólogo Enric Sanchis, de la Universitat de València. Un ‘comepersonas’. Asà de contundente. Asà de desolador. Pero no es esa la única certeza que nace de la lectura de las conclusiones -en algunos aspectos aún provisionales- de la que es la primera investigación de este tipo que se realiza en España, que ha dado voz a 88 desempleados, 49 mujeres y 39 hombres, que llevan en más de la mitad de los casos (51) más de un año en esa situación, que a menudo (45 de ellos) no perciben ningún tipo de ayuda económica y que, en muchas ocasiones (50 de los entrevistados) aceptarÃan “cualquier tipo de empleo”. Hay más: sus reacciones a la pérdida del empleo van del trauma a la naturalidad y casi todos buscan con intensidad un nuevo trabajo, mientras, a medida que llevan más tiempo en paro, reducen sus expectativas salariales (realistas desde el principio); a la mayorÃa no les paraliza la ansiedad o la preocupación y se esfuerzan por no abandonarse, con la conciencia de que tirando la toalla la cosa sólo puede ir a peor, según el primero de los análisis.
Subraya Sanchis que la muestra no es estadÃsticamente representativa del universo de parados. Sin embargo, de lo que no cabe duda es de la elocuencia de estos 88 testimonios para retratar una realidad en la que viven hoy, en España, 5.933.300 personas, según la EPA del primer trimestre del año. Un ‘ogro’ que no come niños, sino adultos, y que amenaza a tantos otros, porque, como dice uno de los entrevistados, cunde la sensación de que un contrato indefinido “no sirve para nada; eso y llevar un sugus en el bolsillo es igual“:
1. Primera reacción ante el paro. Hay dos respuestas mayoritarias: la de quienes nunca pensaron que les tocarÃa y “lo viven como un mazazo” (“pena y mucha tristeza. Esa es la palabra; y preocupación“, dice uno de los parados), y la de los siempre precarios, que lo llevan “con cierta normalidad” (“es toda una vida dedicada al paro”, se lamenta otra). Luego llega la búsqueda “cada vez más ansiosa” de empleo; finalmente, en muchos casos, “la adaptación resignada”.
2. El salario de reserva. Ante la pregunta de “¿Por menos de qué cantidad de dinero no deberÃa un trabajador aceptar un empleo?”, lo que se conoce como salario de reserva (por debajo del cual un individuo no está dispuesto a aceptar un empleo), las respuestas sugieren “debilidad, moderación, realismo si se prefiere”. Las posturas van desde la del joven que pide “que me den lo que quieran, a ver si asà consigo colocarme de una vez” a la exigencia del mÃnimo profesional y hasta los 1.500 que reclama un hombre de 51 años, casi dos en paro, que era mando intermedio en la construcción. La más frecuente, 800 euros… Aunque con matices: “Tal y como están las cosas… ¿800?”, sugiere una licenciada de 28 años, que prosigue: “Yo por 700 trabajo. Es que por 600, es que estoy desesperada también […]. O por 500, ahora que lo pienso […]. Es que no tengo, expectativas no tengo”.
3. Las ‘ventajas’ del paro. Para 48 de los entrevistados, en el desempleo no hay ventajas ni oportunidades. Opinan de diferente forma 34, en referencia “a la posibilidad de mejorar la formación, pero siempre bajo la condición de estar cubiertos por la prestación”. “A mà me ha permitido hacer más estudios, que era imposible con el trabajo que tenÃa”, dice uno de ellos.
4. Los falsos parados. “Tendrás que buscarte la vida. No somos falsos parados, hacemos lo que podemos para poder seguir adelante y esperar a que esto se pase”. Habla una universitaria, de 38 años, a la que su empresa, una agencia de publicidad, ofreció seguir trabajando en negro (ella lo rechazó) y tras 36 meses en paro hace algún trabajo “en negro” de diseño gráfico. Ante la pregunta de si hay mucho falso parado, 35 sostienen que sÃ; 37 lo niegan. Y muchos lo justifican: “Es normal que cuando te dan 400 euros de paro nada más, pues necesites sacar dinero por otro lado para mantener a tu familia, cosa que tampoco me parece mal”, dice otro de los desempleados.
5. La vida en paro. “Te agobias porque estás acostumbrado a trabajar, Llevas trabajando toda la puta vida, y te agobias”, relata un exempleado en la construcción, de 51 años, casi dos en el paro. El empleo, señala el estudio, “estructura el tiempo. Al perderlo, la persona se encuentra con un montón de tiempo libre que puede convertirse en tiempo vacÃo si no toma algunas precauciones”. La existencia de rutinas que el parado se crea (o su ausencia) habla de personas activas y con objetivos, y otras más apáticas y desorientadas. Los entrevistados “ocupan casi todas las posiciones”, aunque en su mayorÃa “se esfuerzan por no abandonarse y tener cosas que hacer”. Lo que no evita, sin embargo, que se vislumbre la angustia: “Hay algunas veces que me siento como un parásito”, señala un licenciado en Administración de Empresas de 28 años, que vive con sus padres. “Me estreso pero porque no hago nada en todo el dÃa”, dice un exempleado de una empresa de soldadura, 24 años, un hijo y todos viviendo también con los padres. Para la licenciada de 28 años que trabajarÃa hasta por 500, el dÃa se resume asÃ: “Todas las mañanas […] me pongo delante de Infojobs a apuntarme a todas las ofertas que veo que me interesan o que puedo interesar yo, de todo tipo, de trabajo más interesante, menos, trabajo en condiciones más horribles, trabajo con menos. No sirve para nada, pero necesitas hacerlo. Luego como […], limpio la cocina, y de ahà me voy a mi cuarto a leer. […] Y me pongo otro rato delante de Infojobs. […] Luego me voy a andar con una amiga […] y ya llega la hora de cenar, cenamos, veo la tele, leo, me duermo y un dÃa más”.
6. Desempleo y salud. “La mayorÃa de la gente lo pasa mal en el paro, algunos incluso muy mal”, reza el capÃtulo del estudio dedicado a las consecuencias en la salud. Y esa conclusión, que puede parecer una obviedad, muestra sus verdaderos dientes con las cifras (21 personas con niveles significativos de angustia, temor o ansiedad, ocho medicados con antidepresivos o tranquilizantes) y con los testimonios: “Te sientes inútil, te sientes como que te apartan porque no sirves para nada, es una sensación de frutración”, dice uno (trabajador manual, 50 años, más de cuatro años en paro, con un hijo y un subsidio de 426 euros). “Estás aquÃ, pero ¿para qué coño estoy yo aquÃ? Esa es la pregunta que me hago cada vez más”, suelta otro (59 años, último empleo de camionero, cinco años en paro). “Es que te hundes, es que no te apetece hacer nada […]. Los que no trabajamos sólo hacemos que pensar […]. Me siento muy afortunada por estar como estoy [se pone a llorar]. No, yo estoy mucho mejor que otras muchas personas”, explica otra (una mujer de 31 años, una hija, cuatro meses en paro). “Te levantas, desayunas, te tiras en el sofá. Tus pensamientos son del tipo qué voy a hacer, y qué voy a hacer. Para que llegue la hora de comer y sigas igual, pretendas ‘hacerte’ una siesta y no te puedas dormir por lo mismo […]. Emocionalmente el paro es un ‘comepersonas’ […] Luego, empiezas a tener sÃntomas fÃsicos. Al principio son como tristeza y aburrimiento […]. Pero eso te va comiendo por dentro, sin darte cuenta”, relata la mujer (38 años, tres en el paro, 390 euros de ayuda asistencial) cuya declaración abrÃa este reportaje. Y es que, como señalan los investigadores, “el paro suele doler, y a veces mucho”. Tanto que tiene efectos “particularmente perjudiciales” para la salud fÃsica y mental, según la OMS.
Publicado en El Confidencial el 25 de mayo de 2014.
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