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El drama de la miseria: cada 20 días muere un ‘sin hogar’ por agresiones

La calle mata. En España, cada seis días muere una persona sin hogar, un 27% de ellas, víctima de una agresión.


A Pepe, en Madrid, le prendieron fuego. A Manuel, en Sevilla, le tiraron piedras. A otro Manuel, éste en Córdoba, le pegaron con porras. Todos ellos han escuchado insultos. Todos han sido humillados. Todos saben lo que es el desprecio y el odio al pobre y también que lo sucedido la semana pasada en la Plaza Mayor de Madrid, cuando unos hinchas del PSV ultrajaron a varias mujeres que pedían dinero en la calle, no es una anécdota. El ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, corroboraba en la presentación de la primera Estrategia Integral para Personas Sin Hogar datos publicados por el Centro Assís: cada cinco o seis días, en España, muere una persona sin hogar en la calle, y cada 20, como consecuencia de una agresión. Basta preguntar a Manuel, a Pepe o a cualquier otra persona que viva en la calle cuál es su mayor problema. La respuesta se repite: el miedo.

Es más, el comportamiento de los hinchas dista de ser una anécdota también por su perfil: eran jóvenes y estaban de fiesta. Tanto que el Observatorio Hatento -de Rais Fundación, entre otras organizaciones-, que estudia las agresiones a los sin hogar, ha rebautizado los delitos de odio como “delitos de ocio”. Según los datos de su último informe, basado en entrevistas a ‘sin techo’, un 47,1% ha sufrido un delito o incidente de aporofobia, el odio al pobre (en un 81%, más de una vez), de insultos a agresiones, y el perfil de agresores mayoritario, con un 28,4% de los casos, es el de jóvenes, mayoritariamente varones. En un 60% de los casos, las agresiones son físicas. En un 40%, se ‘contentan’ con insultos y tratos vejatorios. Los episodios se suceden: en febrero, en Madrid, dos jóvenes prendieron fuego a una persona. Pocos días antes, fue un grupo de menores el que agredió a un ‘sin techo’ en Baleares. En enero, en Zaragoza, un hombre apareció asesinado en la calle y se detuvo a un joven.

El patrón de las agresiones se repite. A las dos o tres de la mañana, un grupo de jóvenes sale de un garito. Un hombre duerme en un parque, en un cajero, en un banco de la calle. Pasan a su lado y, “de repente, esa persona deja de serlo para ellos. Lo convierten en un objeto más de su tiempo de ocio, un objeto con el que divertirse”, según explica Maribel Ramos, coordinadora de Hatento. Llegan los insultos. A veces le orinan encima. Otras (o las mismas) le pegan. Siempre hay risas, como las que se oyeron en la Plaza Mayor.

En algunos casos (7%) las víctimas relacionan a los agresores con ideologías neonazi. Pero no siempre, ni mucho menos, es así. Los ‘sin techo’ son, como señala Ramos, un juguete más de la juerga entre jóvenes que a menudo no lucen esvásticas. Y esto, a la hora de perseguir el delito, puede convertirse en un problema. Primero, porque fácilmente escapa a los datos de delitos de odio que ya recopila el ministerio de Interior (la aporofobia aún no se cuenta como agravante en el Código Penal). Segundo, porque a pesar del esfuerzo por ‘sensibilizar’ a los primeros que intervienen, los cuerpos de seguridad, estos no identifican las situaciones de violencia como tales. Es común culpabilizar al ‘sin techo’ (“se piensa que algo habrá hecho para estar así”, describe con claridad Ramos), y por tanto ver las agresiones como reyertas en las que al agredido no se le considera víctima. Tras lo ocurrido en la Plaza Mayor, el Observatorio Hatento cuestionó la inexistente actuación policial: “Nos preguntamos en qué medida la intervención hubiera sido la misma si en lugar de mujeres en situación de exclusión social, las víctimas no hubieran pertenecido a un perfil de exclusión tan extremo”.

En España, según el INE, hay 22.938 personas sin hogar (aunque organizaciones como Cáritas los elevan a un mínimo de 30.000), de los que un 50,6% se ha sentido discriminado y un 51% ha sido víctima de un delito. El dato no es fortuito: “Vivir en la calle lleva asociado sí o sí sufrir ese tipo de hechos”, dice Ramos. Como ratificaba Alonso, cada seis días muere un ‘sin techo’, a consecuencia del deterioro que produce la calle o de agresiones, en un tercio de los casos. De hecho, la esperanza de vida de los ‘sin techo’ es 20 años menor que la de la población general. Como resume Ramos: “La calle mata”.

Publicado en VP el 25 de marzo de 2016

Posted in Sociedad, VP.


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