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Una treintena de óperas creadas en las aulas, a la espera de su próximo estreno

Lía y Adriá, directores de producción. Héctor, Julián, Marta y Mario, compositores. Eva y Emilio, relaciones públicas. Gabriel, Lucía, Beatriz, Eva y las dos Paulas, escenógrafas. Son parte de una compañía de ópera, la Blue Dolphins Band, y antes del verano presentarán su primera pieza en público. Esa, sin embargo, no es su meta. Su meta, aunque no sean conscientes de ella, es crecer. Educarse. Comunicarse, negociar, expresar emociones, enfrentarse a retos y encontrar soluciones a través de la imaginación, la creatividad… Es decir, todo lo que reclamaba la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, al presentar esta misma semana los pobres resultados del último informe PISA, esos que han demostrado la escasa capacidad de los alumnos españoles para resolver problemas de la vida real.

Lía, Adriá y los otros 26 miembros del elenco artístico y técnico de la Blue Dolphins Band tienen entre 8 y 9 años. Componen toda la clase de 3ºA del CEIP Joaquín Costa, el mayor centro de infantil y primaria de la Comunidad de Madrid. Público. Este año, su tutora, Belén Trigueros, decidió asumir ella misma otro reto, el de “utilizar una metodología muy diferente a la que tenemos normalmente, esa que ahora se ha criticado tanto…”. Se refiere a las palabras de Gomendio, que atacaba (y levantaba una nueva polémica) un sistema todavía “demasiado centrado en el aspecto memorístico” en el que los profesores tienen la responsabilidad como “el eslabón más importante”. “Yo no estaba contenta con la metodología al uso… No todo el trabajo es así, pero te das cuenta de que los niños no son embudos que puedas ir llenando de contenidos”. Por eso se sumó, como otros profesores de unos 26 centros este año, en el proyecto Lóva (La Ópera, un Vehículo de Aprendizaje), que nació en 2006 en España (en EEUU llevaba más de tres décadas) con tan sólo tres centros.

Crear para Crecer. Juan Olcina [Extracto del documental realizado por Juan Olcina sobre el proyecto Lóva]

“La ópera es la excusa, pero lo interesante es el proceso”, apunta Trigueros, y añade Pedro Sarmiento, coordinador de Lóva: “Nació como un proyecto de educación artística, pero con el tiempo se ha transformado. Se trata de ofrecerles a los niños [de infantil, primaria, secundaria, bachillerato…] una experiencia educativa que merezca la pena. Que no se trate de ir al colegio para aprender esto o aquello, sino de crecer como personas”. El proceso se resume fácilmente: el profesor se forma un taller de unos pocos días, y con la base de una amplia red de apoyo e intercambio de experiencias, plantea a su clase hacer entre todos una compañía de ópera, repartirse las distintas profesiones, crear la música, el libreto, la escenografía, las luces… y estrenarlo al final de curso en un centro cultural, teatro o incluso el propio Teatro Real de Madrid, una de las instituciones implicadas en el proyecto. Llevarlo a cabo, sin embargo, es más complejo: “Se trata de que se autogestionen ellos, y a los profesores nos cuesta dejar la autoridad. Hay momentos mágicos, y otros que acabas de los nervios”, relata Trigueros. Momentos como este mismo, a pocos meses del estreno, aún sin libreto y con propuestas sobre la mesa que la profesora no ve posibles. “Al hacerlos más responsables, les estás dando también más libertad. Y en esa tensión a veces aparecen problemas que no se dan en una clase al uso”, apoya Sarmiento.

¿Beneficios? “Los alumnos tienen que comprometerse, negociar, comunicarse… Se desarrollan las competencias básicas, por ejemplo, la de aprender a aprender, el ser consciente de sus valores y habilidades, del trabajo con los demás, la lingüística, la matemática… Construyen focos, calculan vatios, presupuestos”, esboza Sarmiento. Hay más: “Es algo que han hecho ellos, por lo que han luchado todos. Se les nota el cambio. Por ejemplo, quizá discuten en clase, pero en el patio van todos a una. Son la compañía, y lo tienen claro. Y los padres me dicen que tienen más estrategias para decir lo que piensan, lo que sienten. Desarrollan también competencias muy prácticas: tienen que hacer un blog, llamar a los directores de centros culturales, comprar telas… y aprenden a escuchar, a empatizar”, cuenta Trigueros.

“Como profesor, es una experiencia muy estresante, pero también un proyecto muy potente. Tienen que tomar decisiones y responsabilizarse de ello. Aprenden a tener en cuenta otras opiniones y a superar la frustración de que la suya no sea siempre la que más se valore”, cuenta Mateo Añover, director y profesor del CEIP Antonio Hernández, de Móstoles (Madrid), donde dos compañías de sexto de primaria (10-11 años) están preparando su obra. Y añade: “El objetivo es trabajar en la pedagogía de las emociones. Conseguimos que la conflictividad entre los chicos prácticamente desaparezca, precisamente porque intentamos que surja y, al surgir, se puede tratar”.

Hay momentos de gritos y otros de silencio respetuoso, como ese que se dio en una de las aulas cuando, en una de las actividades, una niña habitualmente poco integrada en la clase explicó por qué era importante para ella el monedero de su abuela fallecida. Luego, llegaron las manos alzadas: “Todos la intentaban consolar desde la serenidad. Mejor que los adultos“, explica su profesora. “Expresan emociones profundas que muchas veces en el colegio no tienen espacio para sacar”, corrobora Marifé Idoy, del departamento de producción y pedagógico de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, que colabora con dos proyectos en dos colegios de Las Palmas (Santa Catalina y Timplista José Antonio Ramos).

watch?v=6PkYLfyytBE [La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria ha desarrolado varios talleres Lóva. El pasado año el estreno se hizo, el 15 de mayo, en la sala Gabriel Rodó]

Existen en España 26 colegios donde todo esto se está dando, en este curso de metodología “anticuada”, según señalaba Gomendio, y a las puertas de la aplicación de una Lomce que, teóricamente, dejará abierta la posibilidad de que un alumno curse toda la enseñanza obligatoria sin dar una clase de música, puesto que esta asignatura y las artísticas quedan fuera de las troncales, al arbitrio de lo que elijan ofrecer comunidades y centros. Señala Blanca Domínguez, presidenta de la Confederación de Asociaciones de Educación Musical del Estado Español (COAEM) que su inclusión es necesaria como “experiencia humana de primer orden, que afecta a la cultura general y a la sensibilidad artística del ciudadano y del país” y también por todo lo que aporta “en relación a la creatividad, la sensibilidad y la capacidad de expresión, el pensamiento creativo y divergente del que, precisamente, habla PISA”.

Nada de todo esto saben los componentes de la Blue Dolphins Band, la Compañía de Orión, la Magic Box Junior, la 14 en Raya, el Canto Arcoiris y las cerca de 30 compañías que este año, a iniciativa de sus profesores, se han sumado al proyecto Lóva y llevarán dentro de poco sus piezas a centros culturales y teatros. O no: “Tenemos asumido que quizá no se pueda estrenar. Pero eso tampoco sería una catástrofe. Sería una situación de la que también aprenderían”, dice Mateo Añover.

Publicado el 6 de marzo de 2014 en El Confidencial.

Posted in Educación, El Confidencial, Sociedad, Uncategorized.

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