La frase que da tÃtulo a este reportaje sorprende. Más viniendo de quien viene: un experto en este ámbito, responsable en su dÃa de un organismo gubernamental. No quiere que aparezca su nombre, pero se reafirma en sus palabras: “He visto barbaridades. El trauma que pasa una mujer en un proceso por violación es terrible. Tiene que repetir hasta 18 veces su declaración. Y allà todavÃa se ve (a la vÃctima) como una especie de accidente, no exenta de responsabilidad en lo ocurrido. Si mi hija hubiera sido vÃctima de una violación, no le dirÃa que denunciase”.
En España, en 2013, se cometieron, al menos, 1.298 violaciones. Una cada siete horas. Eso contando sólo las “agresiones sexuales con penetración” de las que ha tenido noticia el Ministerio del Interior, cuyo titular, Jorge Fernández DÃaz, presentaba esta semana los datos de criminalidad en España. La delincuencia está en su nivel más bajo de la última década (46,1 infracciones penales por cada mil habitantes), pero las violaciones, con esos 1.298 casos registrados, repuntan un 1,4% respecto al año previo (1.280). En 2011 hubo también otro aumento, con 1.513. Y si además se tiene en cuenta que, según diversos estudios, las denuncias no llegan al 20% de los casos, se puede llegar a concluir, como hace Tina Alarcón, presidenta del Centro de Asistencia a VÃctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS), que la violación es un delito que no retrocede.
Las claves para el repunte del pasado año pueden ser muchas. Alarcón señala que en el Centro han detectado un aumento de las agresiones dentro de la pareja. El paro, las dificultades económicas, “pueden generar un clima de violencia en la pareja que puede desencadenarlas”. MarÃa Silvestre, socióloga de la universidad de Deusto, añade que “se perpetúan las relaciones sexistas. Y lo que vemos en la población joven es que se incrementa el ejercicio del poder, del dominio”.
Otra causa, en opinión de Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género, es sin duda la “impunidad” de este delito: “La violación es una conducta sexual para satisfacer una necesidad no sexual, el poder. Que no se piense que el violador es un desesperado o un enfermo. Puede elegir hacerlo o no. Y cuanta más sensación de impunidad tenga, más libre se sentirá para seguir haciéndolo”, explica. Lorente apunta que la violación se denuncia y se condena poco (entre un 1 y un 5%), lo que aumenta esa sensación de impunidad. A todo esto se añade “la imagen cosificada de la mujer que está apareciendo de nuevo en los medios” y “el mito de las denuncias falsas, que lleva a preguntarse siempre si una mujer que denuncia está buscando algo”.
Un mito que conviene contrastar con la realidad. Porque, como decÃa el experto que desea mantener el anonimato, corroboran otros y secunda Cruz Sánchez de Lara, socia de Exaequo Abogados, un proceso por violación es muy complicado. Y “durÃsimo para las vÃctimas. Una brutalidad”. Sánchez de Lara cuenta un caso de los que ha llevado, en el que la condena al agresor llegó 10 años después de cometer el delito. La vÃctima, que tenÃa 18 años cuando sufrió aquella atrocidad y 28 cuando escuchó la sentencia, le decÃa al salir del juicio: “Quiero que sepas que he estado aquà más por todos los que me habéis ayudado que por mÔ.
La dificultad de los procesos por violación estriba en aspectos difÃcilmente evitables, como el hecho de que estos delitos se suelan llevar a cabo bajo amenaza y sin dejar lesiones graves (en algunos juicios dichas lesiones siguen entendiéndose como parte del ‘juego pasional’, según denuncia Lorente), con lo que los indicios (ADN, por ejemplo) no sirven más que para probar que hubo relación. La respuesta de la mayorÃa de los agresores es que sà la hubo, pero porque la mujer querÃa. AsÃ, todo se reduce a palabra contra palabra. “Los agresores juegan con un elemento clave, el consentimiento. ¿Cómo demuestras que no ha sido consentido, si las lesiones no son brutales? La actividad probatoria es dificilÃsima”, explica Sánchez de Lara.
Sin embargo, aparte de esa dificultad, hay otros puntos en el largo camino de denuncia y juicio (al que se llega después de dos o tres años, según cuantifican en CAVAS) que podrÃan hacer menos espinosa la experiencia de las vÃctimas. Por ejemplo, en algunos casos el juez pide careos, y no siempre acepta que un simple biombo evite a la mujer estar cara a cara con su agresor. Tina Alarcón defiende que “las fuerzas de seguridad y los agentes judiciales cada vez son más sensibles en este ámbito, y los protocolos de actuación se cumplen bastante bien. Puede que te encuentres con un policÃa o un juez con poca sensibilidad, pero que una mujer tenga que declarar 18 veces es una excepción”.
Aun asÃ, “evidentemente es duro. ¿Qué podrÃa mejorar? Primero, desde el secretario del juzgado al juez necesitarÃan una formación para entender el perfil especialÃsimo de estas vÃctimas. Un mero comentario las puede dañar muchÃsimo. Por ejemplo, a veces le preguntan ‘¿y no gritaste?’, pensando en buscar testigos…, pero lo que eso significa para la vÃctima es que le están diciendo que no se defendió, cuando, además, su primer sÃntoma es la culpabilidad”.
Segundo, evitar la ralentización de los juicios, que suponen “años de incertidumbre devastadores”. Tercero, eliminar cierto “sÃndrome” que pervive en muchos jueces, el de pensar que la mujer tiene que defenderse y jugarse la vida: “A veces se pierden causas porque el juez estima que la vÃctima, si no fue complaciente, sà fue pasiva. Pero en el Código Penal no está escrito que tengas que defenderte”.
En CAVAS aconsejan, de hecho, no hacerlo, porque es la vida lo que está en juego. Y también denunciar siempre. “La dureza del proceso no justifica no hacerlo. ¿A un asesino lo dejarÃamos en la calle?”, se pregunta Alarcón. “Además, el hecho de poder hablar del tema, de tener la posibilidad de que se celebre un juicio y ganarlo, es un enorme avance para la recuperación de la vÃctima”, concluye.
Publicado en El Confidencial, el 2 de febrero de 2014.
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